La textura es lo que define la superficie de un objeto. Suave, áspera, deslizante o abrasiva son algunos de los tipos de textura que encontramos habitualmente. Mostrando la textura de un objeto aumentamos el realismo de la fotografía, especialmente si se trata de un objeto conocido. El aspecto de la textura, incluso en fotografía, evoca recuerdos del tacto del objeto.
Así por ejemplo, en una fotografía de un cucurucho de helado, la mano del espectador no puede sentir la textura del barquillo pero la visión del mismo evoca recuerdos del tacto de otros cucuruchos de helado que haya tocado.
A veces es mejor suprimir la textura porque contradice a lo que intentamos expresar en la fotografía. Por ejemplo, será correcto subrayar la textura facial de un curtido montañista, pero no la de la ganadora de un concurso de belleza.
La iluminación lateral subraya la textura.
La iluminación lateral pone en relieve la textura. La iluminación frontal, por el contrario, la disimula. La luz lateral roza las superficies produciendo sombras que esculpen la textura. Podemos intensificar o suavizar las texturas a voluntad aumentando o disminuyendo la lateralidad de la iluminación o utilizando un reflector auxiliar para rellenar las sombras.
La iluminación lateral dura, tal como la producida por el sol, por ejemplo, es más adecuada para texturas granulares y de detalle, como la de la arena. Para texturas de mayores dimensiones, que podrían quedar oscurecidas por las sombras, tales como la superficie de un tronco o un risco, puede ser preferible una iluminación lateral más débil o incluido difusa.
Escrito por: Alejandro Glade R.
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